«Mantener la unidad del mundo no se hace ya más que al precio de ceñirlo en una gigantesca trituradora tecnológica y espiritual. Y cuanto más se da este mundo por ya devastado, tanto más se desarma cualquier voluntad de poner fin a la devastación»

– Moses Dobruška, https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=847

«Como de costumbre, han ido demasiado rápido. Ahora saben que, de lo que se trata, no es de una guerra social sino de una guerra entre mundos. Entre el mundo global de la descomposición capitalista y los mundos fragmentarios en los que formas de vida se afirman. Y para ganar esta guerra, incluso al precio del desastre total, necesitan unificar el mundo. […] Ahora, es la casa común planetaria lo que les hace falta establecer. Un mundo Uno. Con la diosa Gaia con el papel principal del monoteísmo gestionario. Y es la atmósfera en la que respiramos la que se nos promete como el oikos total que hay que regentar, recubriendo el mundo habitable con un todo indiferenciado. Les hace falta aniquilar cualquier posibilidad de conspiración, de respirar con, de sentir ese soplo común que atraviesa a los seres y que conforma la particularidad de los lugares. Desean que el aire donde estamos inmersos totalice el mundo. Y para esto es necesario, una vez más, una vez más, medir su valor. La culminación de la gubernamentalidad pastoral consiste simplemente en permitirnos respirar la atmósfera de mercancía que sofoca el mundo.»

«El relato del Antropoceno ha conseguido imponer una visión de Gaia como noosfera, tierra definida por la capa pensante de los humanos. Una nueva axiomática de los modos de gobierno puede así constituirse, aplicándose a los humanos que se pretende, cada vez más, indiferenciar. Una atmósfera policiaca recubre la Tierra, la cual pretende regular la vida y cuyo rasgo común es ahora hacer de los humanos una especie general en peligro.
El círculo, finalmente, se ha cerrado: en esta gestión del desastre globalizado, después de la acción de borrado de las diferencias entre los humanos, tampoco habrá lugar para dividirlos respectivamente.»

«Surge entonces la posibilidad de formas políticas que no son más que formas de vida definidas por los potenciales de asociación de los humanos con sus medios, en cuanto que los humanos se diferencian entre ellos por sus relaciones con otros seres. Contra la gestión de una Naturaleza unificada, ecosistémica, es posible que nuevas experimentaciones pongan en juego versiones litigiosas entre diferentes humanidades.
Volver la acción política indisociable de las diversas naturalezas humanas equivale a considerar maneras singulares de cohabitar con otros seres, es decir, las maneras que tienen los humanos de hacer comunidad. La constitución de mundos «otros» en los medios interrelacionados nos permite rechazar un porvenir donde seríamos meramente los miembros del género humano integrados a una naturaleza, la misma para todos pero de la cual algunos tendrían el poder exorbitante de ejercer su gestión ecológica en un mundo que se supone común.
Diremos entonces: no hay mundo común, sino solamente formas de comunización. De lo que se trata es de pluralizar la alteridad. Y de constituir medios de vida fragmentarios. Están los otros y los otros de los otros con los cuales entramos en relación cuando componemos los lugares de la vida común»

«Fragmentar el mundo no es nada más que restablecer formas de vida mediante las cuales estar en el mundo equivale a configurarlo, a hacer un mundo. El mundo en el que habitamos. Invirtamos la fórmula: restablecer formas de vida equivale a fragmentar el mundo de la totalidad que niega su posibilidad en la forma universal del mundo-mercancía.
Podemos volver a ser terrestres, habitantes de esta Tierra, aferrada en las mallas de nuestra incomensurable cohabitación con otros seres. Vivir es un entralazamiento, siempre singular, de gestos ethopoiéticos. Singularizar las comunidades de los seres desde lo vivo que somos no es nada más que «pluralizar» el mundo. Y volverlo así ingobernable. Contra la utopía capitalista de la administración del desastre en el mundo unificado por la mercancía, hacer emerger lugares: fragmentar el mundo para recuperar los caminos múltiples de una política inseparable de su localización. No se trata de aprender a vivir en las ruinas, refinamiento epistemológico de un constructivismo de mal gusto, sino de arruinar el proyecto de unificación del mundo.”

– Josep Rafanell i Orra, https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=822

– Rafanell i Orra, J. (2018). Fragmentar el mundo. Barcelona: Melusina.