[p.219]

Cuando adelanté la siguiente proposición: «Reclamamos el derecho a la opacidad», o cuando argumenté en su favor, hace ya algunos años, mis interlocutores se escandalizaron: »¡Qué retorno a la barbarie! ¿Cómo podríamos comunicar lo que no comprendemos?» Ahora bien, este mismo reclamo, formulado en 1989 frente a diversos públicos, suscitó un nuevo interés. Entre un momenta y el otro, fuimos agotando, si puede decirse, la actualidad de la cuestión de las diferencias (del derecho a la diferencia).

La teoría de la diferencia es valiosa. Ha permitido luchar contra las reducciones provocadas, por ejemplo, en genética, por la presunción de excelencia o de superioridad de la raza […] Pero la diferencia en sí misma todavía puede administrar una reducción a lo Transparente.

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[…] Aceptar las diferencias es, por supuesto, trastocar la jerarquía del baremo. «Comprendo» tu diferencia, es decir, la pongo en relación, sin jerarquizar, con mi norma. Admito tu existencia en mi sistema. Te vuelvo a crear nuevamente. Pero tal vez sea preciso que terminemos con la idea misma del baremo. Conmutar toda reducción.

No se trata solo de consentir el derecho a la diferencia sino, antes bien, el derecho a la opacidad, que no es el encierro en una autarquía impenetrable, sino la subsistencia en una singularidad no reductible. Diversas opacidades pueden coexistir, confluir, tramando discursos cuya verdadera comprensión referiría a la textura de esta trama y no a la naturaleza de sus componentes. Renunciar, probablemente por un tiempo, a esta vieja obsesión de sorprender el fondo de las naturalezas. Habría grandeza y generosidad al inaugurar un movimiento así, cuyo referente no sería la Humanidad sino la divergencia exultante de las humanidades.

[…] El derecho a la opacidad no implicaría un autismo, fundaría realmente la Relación, en libertad.

Me dicen entonces: «Usted, que tan tranquilo amontona sus poéticas en estos cráteres de la opacidad; Usted, que pretende superar tan serenamente el prodigioso trabajo de elucidación realizado por Occidente, he aquí que habla de Occidente en los bordes de su pequeño campo.» «–¿Y de qué quieren que hable en un comienzo, si no es de esta transparencia que ha pretendido reducirnos? […]»

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Consideren solamente la hipótesis de una Europa cristiana, segura de su Derecho, reagrupada en su universalidad recompuesta, habiendo convertido nuevamente sus fuerzas en un valor «universal»–haciendo un triangulo con la potencia tecnológica de los Estados Unidos y con la soberanía financiera de Japón-, y tendrán una idea del silencio y de la indiferencia que rodearían nulificando, durante los próximos cincuenta años (si es que así podemos cuantificarlos), los problemas, las dependencias y los sufrimientos caóticos de los países del sur.

Consideren, también, que de este mismo Occidente se han extraído las variables que en cada oportunidad contradijeron su impresionante itinerario. Justamente, Occidente no es monolítico y es necesario que se anime al enredo. Toda la cuestión radica en saber si esta tarea tendrá lugar según una modalidad participativa o bajo la forma de las antiguas imposiciones. Y de todas maneras no nos hacemos ninguna ilusión acerca de estas realidades, simplemente el hecho de plantear esta pregunta implica comenzar a cambiar su registro.

Lo opaco no es lo oscuro, pero puede serlo y puede ser aceptado como tal. Es lo no-reductible, la mas vital de las garantías de participación y de confluencia. Henos aquí lejos de las opacidades del mito o de lo trágico, donde lo oscuro remitía a la exclusión, y donde la transparencia tendía a «comprender». Hay, en este verbo «comprender», un movimiento de manos que aprehenden el contexto y lo traen hacia sí. Gesto de encierro antes que de apropiación. Elijamos, mejor, el gesto del dar-con, que finalmente abre a la totalidad.

[p.222]

Es muy necesario que explicite que es esta totalidad a la que me refiero con tanta insistencia. Se trata de la idea misma de totalidad, tal como el pensamiento occidental la ha expresado tan soberbiamente, amenazada de inmovilidad. Hemos adelantado que la Relación es totalidad abierta, en movimiento sobre ella misma. Es decir que lo que sustraemos de esta idea, tal como se ha forjado, es el principio de unidad. El todo no es la finalidad de las partes: ya que la multiplicidad en la totalidad es, de modo total, una diversidad. Volvamos a decirlo, opacamente: la idea sola de totalidad es un obstáculo a la totalidad.

Ya hemos pronunciado la fuerza poética que, creemos, fulgura en el lugar del concepto que absorbe unidad: es la opacidad de lo diverso, que anima la transparencia imaginada de la Relación […]

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[…] Puedo concebir entonces la opacidad del otro para mí, sin reprocharle ser opaco para él. No necesito «comprenderlo» para sentirme solidario con él, para construir con él, para amar lo que hace. No me es necesario intentar devenir el otro (ni devenir otro) ni «hacerlo» a mi imagen […]

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[…] la opacidad funda un derecho–signo de que ha entrado en la dimensión de lo político–. Perspectiva temible, tal vez menos peligrosa que las errancias por donde se conducen tantas certidumbres y tantas claras verdades, que se dicen lúcidas. Estas seguridades políticas encuentran felizmente contenidos sus desbordes en el sentimiento–no de una inutilidad de todas las cosas–, pero sí de los límites de la verdad absoluta. ¿Cómo trazar estos limites sin contribuir al escepticismo o sin caer en la parálisis? ¿Cómo conciliar la radicalidad inherente a toda política y el cuestionamiento necesario de toda relación? Solamente concibiendo que es imposible reducir a cualquiera a una verdad que no haya sido generada por él mismo. Es decir, que haya surgido de la opacidad de su tiempo y lugar […] Podemos verlos en confluencia, siempre que no los confundamos en un magma o los reduzcamos el uno al otro. A su vez, esta misma opacidad anima toda comunidad: aquello que nos acomuna siempre, también nos singulariza. El consentimiento general de las opacidades particulares es el equivalente mas simple de la no-barbarie.

Reclamamos para todos el derecho a la opacidad.

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* Extraído de Glissant, Edouard. 2017 [1990] . Para la opacidad, en Poética de la relación (pp.219-224). Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes.